América Latina y el Caribe han mejorado los indicadores sociales durante la última década, tanto la distribución del ingreso como la pobreza, entre otros indicadores, muestran una evolución positiva. En esta visualización se repasan los factores que impulsaron la mejora en la equidad social de la región.
En los últimos quince años se verificó una importante reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso en América Latina y el Caribe. El coeficiente de Gini se redujo de 0,565 entre 1996 a 0,507 en 2013.[1] También la pobreza en los países de la región bajó de 26,7% a 11,9%, lo que equivale a sostener que más de 100 millones de latinos salieron de la pobreza.[2]
En el marco de una situación macroeconómica que mejoró respecto a etapas precedentes, hubo dos importante factores que contribuyeron a la disminución de la desigualdad. Por un lado, se acortó la brecha entre los ingresos de los trabajadores con mayor y menor educación, lo que también se denomina prima salarial. Según Sánchez Salazar (2014), esto se debe al auge de las exportaciones de productos básicos que favoreció la demanda de empleo de los sectores con menor educación. Entre una tercera parte y la mitad de los cambios en la desigualdad de la región se pueden explicar por los aumentos en el ingreso laboral de los más pobres (Levy y Schady, 2013). Por otro lado, los programas redistributivos explican una parte importante de la disminución de la desigualdad en la región durante los últimos quince años. Los programas de transferencias monetarias condicionadas, que otorgan un subsidio a cambio del cumplimiento de compromisos de salud o educación (como el plan Bolsa Familia de Brasil), contribuyeron a reducir la desigualdad de manera sustancial. También resultaron relevantes en la región los programas de pensiones no contributivas dirigidos a los adultos mayores. El mayor crecimiento y una menor volatilidad en relación con otras épocas de la región son fenómenos vinculados al mejor desempeño del comercio internacional en estos años. Tal y como apuntó Amarante (Amarante, V., 2014), durante el Seminario Internacional: La Inequidad en América Latina en el Largo Plazo el punto es cómo sostener estos logros en el largo plazo.
Durante estos años hubo importantes mejoras en los indicadores sociales, particularmente en educación y salud. Gracias a los programas condicionados y a la construcción de escuelas en zonas rurales se ha logrado aumentar la proporción de niños que asiste a la escuela, reduciéndose la brecha entre los distintos sectores sociales. También se incrementó la cobertura de agua potable y saneamiento, y se expandieron los programas de salud materno- infantil.
2000-2013
2000-2013
2000-2013
Sin embargo, a pesar de estos importantes avances, los países de América Latina siguen encontrándose entre los más desiguales del mundo. En comparación con regiones más igualitarias, la diferencia es muy amplia: el coeficiente de Gini para la Unión Europea era de 0,30 en 2013 y para los países escandinavos de 0,25.[3]
En relación a los países desarrollados la región perdió terreno en términos de productividad y mantiene las desigualdades en el desarrollo de la primera infancia, el acceso a la salud y la calidad de la educación. Uno de los mayores desafíos para el diseño de las políticas públicas es lograr una reducción sustancial de la desigualdad en sus múltiples dimensiones y avanzar en la inclusión social de los sectores marginados.
[1] El coeficiente de Gini es el indicador más utilizado para medir la distribución del ingreso con valores que van del 0 (igualdad total) al 1 (desigualdad absoluta). Cuanto más cercano a cero se encuentre el valor, más igualitaria es la distribución del ingreso.
[2] Promedio ponderado por población basado en la línea de pobreza de US$ 2,5 per cápita por día.