El sector agrícola tiene un fuerte peso en las economías de América Latina y el Caribe. La expansión en la población urbana de los próximos años incrementará significativamente la demanda de alimentos que enfrenta la región. Esto genera importantes oportunidades para la región, pero también importantes desafíos ya que los modelos convencionales utilizados para la producción agrícola a gran escala están generando múltiples problemas ambientales. Es urgente explorar e incentivar alternativas tecnológicas y de producción que incorporen objetivos ambientales, aunque puedan implicar una pérdida de eficiencia en el corto plazo. Los mercados ya están empezando a pagar un extra por productos y servicios producidos con procesos que incorporen metas sociales y ambientales. La región podría convertirse en pionera en el desarrollo de este tipo de mercados con el apoyo de políticas orientadas en esta dirección.
El sector agrícola es un sector con fuerte peso en la estructura económica de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe. En 2013 la exportación de productos agroindustriales representó el 20% de las exportaciones totales de ALC, mientras que en América del Sur fue del 27%. Para algunos países como Argentina y Brasil, este porcentaje es aún mayor, 54% y 34% respectivamente.
Con una población en ascenso (cuya tasa de crecimiento en el período 1990-2010 fue del 30%) y un aumento en el consumo per cápita de alimentos a nivel mundial importante en los últimos años (del bienio 2005-2007 al 2015 se estima un crecimiento del consumo per cápita del 5%), es de esperarse que la demanda mundial de alimentos crezca significativamente en los próximos años. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), para poder satisfacer la creciente demanda de alimentos en el 2050, generada no sólo por el aumento de la población sino también por aumentos en el ingreso, el producto agrícola como un todo debería incrementarse un 60% respecto de los niveles de producción de 2005-2007.
Esto genera importantes oportunidades para las economías de América Latina y el Caribe, ya que enfrentarán una demanda mundial de alimentos en ascenso. Sin embargo, también genera importantes desafíos ya que los modelos convencionales utilizados para a producción agrícola a gran escala genera múltiples problemas ambientales, incluyendo: escasez y degradación de tierras, agotamiento y contaminación del suelo, excesivo consumo y contaminación del agua, pérdida de biodiversidad, deforestación, y contribución al cambio climático con emisiones contaminantes.
En la visualización se presentan, los principales problemas que ha generado la actividad agrícola en la región: 1) 1990-2010, ALC fue la segunda región con mayor pérdida neta de bosques, superada únicamente por África; 2) 2002-2010, los países de ALC utilizaron, en promedio, 72 toneladas de fertilizante por cada millar de hectáreas, generando contaminación y agotamiento del suelo; 3) 1981-2003, ALC poseía el 13% de las tierras mundiales con procesos de degradación; 4) 1990-2012, las actividades agrícolas en ALC produjeron, en promedio, 804.670 gigagramos de emisiones contaminantes; 5) 2014, ALC presentó, en promedio, 289 especies de flora y fauna amenazadas.
Resulta evidente, por lo tanto, que el desafío para la región no es solamente satisfacer la creciente demanda de alimentos, en el corto plazo, con la mayor eficiencia y rentabilidad; sino que se deben investigar, desarrollar e incentivar tecnologías y modelos organizacionales que estén orientados a conservar la base de los recursos naturales con una perspectiva de mediano y largo plazo para que la actividad agrícola se vuelva sostenible [1]. La agricultura sustentable debe conservar la tierra, el agua y los recursos genéticos vegetales y animales, debe ser ambientalmente no degradante, técnicamente apropiada, económicamente viable y socialmente aceptable.
La posición como proveedora de alimentos de América Latina y el Caribe debe basarse en un desarrollo sostenible de su agricultura. En ese sentido, la región ha comenzado a realizar avances importantes a través de iniciativas como la agricultura orgánica y agroecológica y el comercio justo; las cuales se han difundido ampliamente en algunos de los países de la región (e.g. Brasil). Es de enorme importancia que la región mantenga y profundice estas iniciativas, lo cual requerirá del esfuerzo y compromiso de productores, consumidores y los gobiernos.
[1] Véase visualización “El genoma latinoamericano”.