Los flujos de inversión extranjera directa (IED) recibidos por América Latina y el Caribe (ALC) crecieron de manera sustancial en los años 2000. Los Estados Unidos y la Unión Europea continúan siendo los principales inversores en ALC, aunque también se ha incrementado el peso de las inversiones de las “multilatinas”. Si bien en la composición sectorial de la IED prevalecen los servicios y la manufactura, el panorama es contrastante entre América del Sur por un lado y América Central y México por otro, como consecuencia de los diferentes modos de inserción de ambas subregiones en las cadenas globales de valor.
Los flujos de inversión extranjera directa (IED) recibidos por América Latina y el Caribe crecieron de manera sustancial en los años 2000. En el trienio 2010 y 2012 la región[1] recibió en promedio más de US$ 177 mil millones de IED por año, mientras que en el trienio 2000-2002 había recibido menos de US$ 70 mil millones anuales. Este salto se explica tanto por el buen desempeño macroeconómico en la mayor parte de la región, como por el interés despertado por acceder a recursos naturales disponibles en el marco del boom de precios de los commodities. El contexto macroeconómico desfavorable primero en Estados Unidos y luego en Europa en los últimos años también contribuye a explicar el mayor atractivo de América Latina, en un escenario de oportunidades rentables de inversión más escasas que en el pasado. Así, la participación de la región en los flujos de IED a nivel mundial pasó de 7% a 10,3% entre los trienios mencionados.
Los Estados Unidos y la Unión Europea continúan siendo los principales inversores en América Latina y el Caribe, aunque también se ha incrementado el peso de las “multilatinas”, así como de China más incipientemente. En cuanto a la composición sectorial de IED, los servicios son el sector dominante (cerca del 45%), seguidos por la manufactura (30%) y los recursos naturales (25%). Sin embargo, hay un panorama contrastante entre América del Sur, donde hay un predominio de los recursos naturales como destino de la IED, y América Central y México, donde prevalece la inversión manufacturera, en correspondencia con los diferentes modos de inserción de ambas subregiones en las cadenas globales de valor.
Entre 2000 y 2002, Brasil y México recibieron alrededor de 70% de la IED arribada a la región –con participaciones muy parecidas–, seguidos de Argentina, Chile, Venezuela, Colombia y Perú, que en conjunto absorbieron 15% de esos flujos. En contraste, entre 2010 y 2012 Brasil se destacó con claridad como receptor de IED (37% del total), y luego México y Chile, que en conjunto absorbieron 29% del total. En un tercer escalón figuran Colombia, Argentina y Perú, que participaron con 20% de los flujos de IED recibidos por América Latina (en promedio, la IED hacia Colombia fue 50% mayor a las de los otros dos países).
2011 - 2013
2011 - 2013
En la visualización adjunta se presenta otra forma de ver el atractivo de un país para la IED, normalizando los flujos recibidos por la cantidad de habitantes. En 2000-2002 el país con mayor IED per cápita fue Trinidad y Tobago (más de US$ 600), seguido por Chile (en torno a US$ 250) y México (US$ 230). Entre 2010 y 2012 el ranking siguió encabezado por Trinidad y Tobago (pero con cifras mucho mayores, casi US$ 1.500 por habitante), seguido de Chile (casi US$ 1.400), Panamá (US$ 935) y Uruguay (US$ 785). Estos dos últimos países tuvieron el mayor crecimiento de la IED total, seguidos de Perú, Colombia y Chile. Estas cinco naciones fueron las de mayor aumento en el nivel de IED per cápita, siendo México el único país en el cual dicho indicador cayó entre los trienios mencionados.
Uruguay, Panamá, Perú, Chile y Colombia son los países cuya IED recibida per cápita mas creció durante 2011-2013
Además de ciertas condiciones como la estabilidad o previsibilidad macroeconómica e institucional, algunos de estos países han desarrollado políticas específicas para atraer inversiones: creación de zonas de procesamiento para la exportación, otorgamiento de incentivos fiscales, implementación de políticas de capacitación de los recursos humanos y fomento a los eslabonamientos, entre otras. A su vez, la existencia de acuerdos de libre comercio en varios países opera como un atractivo importante para la IED.
Considerando los aportes de la IED a las economías receptoras, bajo ciertas condiciones, en términos de empleo, divisas y transferencia de conocimiento, es importante monitorear a través de distintos indicadores la capacidad de un país para atraerla, y eventualmente adoptar estrategias de política para elevarla. Éstas deben apuntar no sólo a la cantidad sino también a la calidad de la IED recibida. En particular, la radicación de inversiones en sectores y actividades intensivas en conocimiento podría generar derrames de alto impacto sobre el desarrollo productivo de las economías de América Latina. A su vez, las transformaciones en la geografía de la IED en la región muestran que los cambios en el atractivo de los países para los inversores pueden ser rápidos, y que consecuentemente hay una necesidad creciente de adaptación por parte de las políticas.
[1] Se excluye a Antigua y Barbuda, Aruba, Bahamas, Barbados, Belice, Islas Vírgenes Británicas e Islas Caymán.