La pérdida de relevancia de los aranceles como instrumento de protección comercial se opone al uso creciente de medidas no arancelarias (MNA), a pesar de los compromisos asumidos en el ámbito multilateral. Por otra parte, si bien los aranceles promedio han bajado, existen productos específicos con aranceles elevados y pueden ser utilizados en forma discriminatoria. En este marco, las negociaciones multilaterales resultan probablemente el camino más apropiado para definir reglas claras sobre protección comercial, buscando previsibilidad para la expansión del comercio internacional.
En el pasado, el mecanismo para proteger los mercados domésticos de la competencia externa era principalmente el uso de aranceles que gravan la importación bienes. Por ejemplo, con el objetivo de proteger la producción y el empleo doméstico ante las consecuencias de la crisis de 1930, Estados Unidos adoptó la llamada Smoot-Hawley Tariff Act que llevó el arancel ad valorem ponderado promedio al 60%.
Décadas más tarde, en el contexto de la industrialización por sustitución de importaciones, varios países de América Latina elevaron sustancialmente sus aranceles con el objetivo de promover la producción manufacturera.
Ambos ejemplos muestran que los aranceles fueron usados con objetivos proteccionistas, sea de carácter estratégico o coyuntural. Esto comenzó a cambiar tras la Segunda Guerra Mundial con la creación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés)[1]. A partir de entonces se llevaron adelante rondas de negociaciones tendientes a reducir el nivel de los aranceles, principalmente sobre las importaciones de manufacturas. En la misma línea, las iniciativas de integración regional[2], primero en Europa y luego en otras regiones, se basaron inicialmente la desgravación arancelaria entre los países socios.
Así, los aranceles fueron perdiendo relevancia: en la visualización se observa que a comienzos de los años ’90, tanto en Estados Unidos como en los países europeos, el nivel promedio de los aranceles, tanto simples como ponderados por el volumen de comercio, no superaba el 6%, en tanto que dos décadas más tarde el arancel promedio era inferior a 3% en Estados Unidos y rondaba 1,5% en la Unión Europea.
Paralelamente a la reducción de los aranceles, fueron ganando importancia otro tipo de barreras al comercio, usualmente denominadas “medidas no arancelarias” (MNA), las cuales también fueron incorporadas a las negociaciones multilaterales en el marco de la OMC. Entre ellas se destacan las medidas sanitarias y no sanitarias, obstáculos técnicos al comercio, certificaciones, licencias no automáticas, restricciones cuantitativas, entre otras. Pese a que existen compromisos para la reducción de las MNA, su uso se ha extendido en las últimas dos décadas, tanto en productos afectados como en el número de países que las utilizan. Adicionalmente, han surgido nuevas restricciones al comercio, incluso algunas que no son impuestas por los gobiernos –y por consiguiente, no pueden cuestionarse ante la OMC, como es el caso de los estándares privados[3].
Los aranceles fueron perdiendo relevancia en la política comercial
Nuevas formas de proteccionismo proliferaron, como las “medidas no arancelarias” (MNA)
La agricultura es uno de los sectores más protegidos a nivel mundial
Si bien los aranceles promedio se han reducido, existen grandes diferencias entre productos. Cabe destacar el escalonamiento arancelario existente en muchos países, mediante el cual las alícuotas que gravan las importaciones de bienes finales son considerablemente más elevadas que las de materias primas e insumos, con el objetivo de favorecer el valor agregado local. También es usual la presencia de “crestas arancelarias”, es decir aranceles mucho más elevados que el resto de los productos. Si bien la OMC clasifica como crestas arancelarias a las tarifas superiores a 15%, en algunos países existen alícuotas mucho más elevadas sobre las importaciones de productos sensibles. Por ejemplo, Japón aplica aranceles de entre 450% y 736% para ciertos productos derivados de oleaginosas, cereales y lácteos.
En efecto, la agricultura es uno de los sectores más protegidos a nivel mundial. Los países desarrollados se destacan entre los que utilizan todo tipo de restricciones a las importaciones y medidas de estímulo a la producción y las exportaciones. Un ejemplo de ello es la “Política Agropecuaria Común” de la Unión Europea[4].
En este contexto, las negociaciones multilaterales resultan probablemente el camino más apropiado para definir reglas claras sobre protección comercial, contemplando las necesidades e intereses específicos de los distintos grupos de países, pero buscando un escenario de previsibilidad para la expansión del comercio internacional.
[1] Véase visualización “Las reglas del juego”.
[2] Véase visualizaciones “Sin Fronteras” e “Integrados”.
[3] Véase visualización “La ley privada”.
[4] Véase visualización “Cercados”.