El estancamiento de la ronda de Doha, la consolidación de las cadenas globales de valor y la mayor relevancia de China y otros países emergentes han motivado la negociación de mega acuerdos regionales. Estos esquemas podrían reconfigurar el escenario del comercio mundial a partir de la definición de nuevas reglas y la pérdida de relevancia del sistema multilateral de comercio. El impacto tendrá lugar a escala global y América Latina y el Caribe no permanecerá ajena a estos cambios.
En los últimos años se ha asistido al lanzamiento y desarrollo de un conjunto de negociaciones internacionales que se espera tengan un impacto de gran magnitud en la arquitectura de las relaciones mundiales de comercio e inversión en las próximas décadas. Estas iniciativas, denominadas “acuerdos megarregionales” o “mega acuerdos regionales”, tienen características específicas que las distinguen de la mayor parte de los acuerdos comerciales hasta ahora conocidos.
Primero, involucran a países que en conjunto representan proporciones importantes de la población, el producto, el comercio y la inversión extranjera directa mundial (ver la visualización que acompaña al presente texto). Segundo, son proyectos que apuntan a crear espacios económicos de gran alcance geográfico. Tercero, la agenda de temas a tratar en las negociaciones es amplia y compleja, e incluye áreas nuevas o con un abordaje más profundo que en la Organización Mundial del Comercio (OMC) u otros acuerdos comerciales regionales: flujos de capital e inversión extranjera, política de competencia, regulaciones ambientales y laborales, movimiento de personas, convergencia regulatoria, comercio electrónico, uso de datos, comercio de servicios, propiedad intelectual, compras públicas, entre otros.
Justamente una de las razones que han disparado el lanzamiento de estas negociaciones es el estancamiento de la Ronda Doha de la OMC, iniciada en 2001 y todavía no concluida. Ese estancamiento llevó a la proliferación de acuerdos “profundos” de comercio e inversión de carácter bilateral, que a su vez generaron, dada su heterogeneidad, una creciente fragmentación del sistema de comercio mundial.
Paralelamente, la motivación de la negociación de mega acuerdos está vinculada estrechamente al desarrollo de las cadenas globales de valor. Los adelantos en las tecnologías de la información y las comunicaciones, los menores costos de transporte y la reducción de las barreras al comercio y a la inversión extranjera directa han favorecido la extensión de las redes de producción y abastecimiento globales. Pero la coordinación de estos procesos productivos distribuidos en varios países es una tarea compleja que requiere adicionalmente de un entorno normativo adecuado para facilitar su desarrollo, algo que justamente estos mega acuerdos podrían ayudar a generar.
Un tema destacado en las negociaciones de los mega acuerdos es la convergencia regulatoria, es decir, la reducción de las discrepancias normativas entre países tanto en materia comercial (por ejemplo, reglamentos y normas técnicas y sanitarias) como en áreas vinculadas indirectamente al comercio (tales como propiedad intelectual y manejo de los datos personales, regulaciones ambientales y laborales, la operatoria de las empresas estatales o la posibilidad de utilizar controles de capital). Otro tema crucial desde el punto de vista de la dinámica de las cadenas de valor es el de normas de origen. Este último tema es de gran relevancia ya que, por un lado, la emergencia de nuevas normas de origen en los mega acuerdos puede derivar en mayores costos o barreras a las exportaciones de terceros países. Por otro lado, es probable que las definiciones que se adopten en la materia en el marco de los mega acuerdos sienten las bases de las negociaciones multilaterales o regionales futuras, por lo cual los países que no participan en estas discusiones se verán privados de sentar posición sobre el tema (al contrario de lo que sucede en la OMC).
Los países del TTIP representan 45% del PBI y 40% del comercio mundial
Las naciones involucradas en el TPP generan el 38% del PBI y el 24% del comercio global
Los potenciales miembros del RCEP abarcan casi la mitad de la población mundial
Las implicancias del mega regionalismo para América Latina y el Caribe serán variadas y complejas. Pese a que aún los procesos de negociación están en marcha y muestran diversos grados de avance según el caso, si los mismos concluyen según lo previsto tendrán un fuerte impacto sobre los flujos de comercio e inversión de los países latinoamericanos, incluso de aquellos que todavía no participan en estos procesos. Esto es así porque dichos acuerdos podrían redefinir la gobernanza de las relaciones comerciales internacionales. Por un lado, los países participantes podrían mejorar el acceso a terceros mercados, a costa de sacrificar parte de su “espacio de políticas”. Por otro, los no participantes podrían ver disminuida su capacidad para participar en la dinámica global de las cadenas de valor.
Tres miembros de la Alianza del Pacífico (Chile, México y Perú) forman parte de las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), mientras que Colombia está interesada en incorporarse a ellas. Los países del TPP son un destino importante para las exportaciones de la AP, por lo cual el ingreso a este acuerdo les permitiría mejorar su inserción en dichos mercados en sus respectivas cadenas de valor. Los países de Centroamérica podrían ver erosionado el acceso preferencial del que hoy gozan en ciertos mercados (como el de Estados Unidos o la Unión Europea). Finalmente, para los países del MERCOSUR, que no participan de ningún mega acuerdo hasta el momento –con excepción de su negociación con la Unión Europea, sin progresos significativos desde hace una década–, está la amenaza de que una liberalización agropecuaria en el marco de esas negociaciones podría crearles mayores dificultades de acceso que las ya existentes. Esto es particularmente relevante en el caso de los alimentos procesados, donde se registra la mayor cantidad de barreras arancelarias, no arancelarias, subvenciones a la exportación y ayudas internas. En este sentido, para las naciones de América Latina y el Caribe resulta clave apoyar la prosecución de las negociaciones multilaterales en el marco de la OMC, espacio en donde los países en desarrollo tienen en general una mayor capacidad de negociación para defender sus posiciones e intereses.
En síntesis, los efectos de los mega acuerdos dependerán de la composición y estructura geográfica del comercio de cada país, de su estructura productiva y de su marco de políticas, entre otros factores, así como de los compromisos que finalmente se acuerden. En este contexto, la región tiene el desafío de profundizar su propia integración regional como un camino para mejorar su inserción en la economía global. El acuerdo firmado entre los miembros de la Alianza del Pacífico parece ir en esta dirección.