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Los caminos de la integración latinoamericana y caribeña

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Los caminos de la integración latinoamericana y caribeña

La línea de tiempo permite explorar los principales acuerdos de integración de países de ALC.

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Los países de América Latina y el Caribe tienen una larga historia de participación en procesos de integración con distintas modalidades y grados de profundidad. En esta infografía repasamos muy brevemente los principales rasgos de los acuerdos existentes, desde multilaterales a regionales; vigentes y en negociación; uniones aduaneras y tratados de libre comercio; con objetivos políticos, económicos, comerciales o de integración física; etc.

En el ámbito de las relaciones internacionales, el término integración refiere a procesos de vinculación entre países que pueden abarcar dimensiones económicas, jurídicas, sociales y culturales con distintos niveles de profundidad. En el plano económico, el aumento de la interdependencia entre países se asocia con el aprovechamiento de las ventajas que puede crear un mercado ampliado, tales como la especialización y la competencia.

Después de la segunda posguerra, la integración económica mundial se ha desenvuelto en dos grandes modalidades: aquellas que buscan crear reglas comunes, válidas en el espacio multilateral, y aquellas que vinculan a dos o más economías, es decir, vigentes en espacios regionales. Los países de América Latina y el Caribe (ALC) han participado en ambas modalidades de integración y ensayado con diversos esquemas. Dada la gran complejidad inherente a los procesos de integración, no es sorprendente que dentro de esas iniciativas se registren, avances y retrocesos, éxitos y fracasos.

Dentro de las tareas de reconstrucción del orden económico mundial iniciadas en los años cuarenta, algunos pocos países de ALC participaron en la creación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) (link al hito sobre historia de la OMC). En los mismos años, la cascada de iniciativas regionales que daría lugar a la integración europea (iniciada con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, en 1951) ejerce una influencia conceptual sobre los esquemas propuestos en ALC. Sin embargo, la preeminencia de estrategias nacionales de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) dificultaría la liberalización comercial e integración efectiva entre los países de ALC. Esas estrategias tenían como contexto la inestabilidad y las distorsiones de los mercados internacionales en productos competitivos ofrecidos por los países de ALC, particularmente de los agropecuarios (link al hito de la PAC). Sin embargo, la ISI utilizó rígidas reglas proteccionistas que obstaculizaron la innovación y la competencia, creando ineficiencias. En este marco, en 1960 se pone en marcha con éxito relativo la integración centroamericana, pero un esquema como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), logrará pocos progresos respecto a su ambicioso objetivo. Al iniciarse la década de ochenta se han concretado esquemas de integración como el Acuerdo de Cartagena (1969) y el Tratado de Chaguaramas (1973) que en algún grado rompen la modalidad de “compartimientos estancos” que exhibían las economías de ALC. En 1980, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) articula instrumentos jurídicos para dar lugar a acuerdos preferenciales entre países.

La crisis de la deuda y el cambio de época de la economía mundial en la década de los noventa imprimen otras direcciones a los procesos de integración de ALC. En el ámbito de las iniciativas regionales, hay que distinguir dos tipos de procesos. En primer lugar, los esquemas existentes, como el centroamericano y el andino, se renuevan a la luz de una concepción de “regionalismo abierto”, en línea con la tendencia mundial hacia un menor proteccionismo, sobre todo arancelario. Se crean así el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) en 1991 y la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en 1996. Poco antes, en 1985, impulsados por sus gobiernos democráticos, Argentina y Brasil, inician un proceso de integración que en 1991 escalará con la creación del MERCOSUR que, a su vez establecerá una red de acuerdos con países sudamericanos. En 2000 se crea la Iniciativa para la Integración Regional Sudamericana (IIRSA) cuyo fin es coordinar la inversión en infraestructura física de integración teniendo en la mira abatir los costos de transporte, una importante barrera para la extensión del mercado en ese espacio geográfico.


La base de datos Instrumentos Jurídicos de Integración del INTAL registra 120 acuerdos de integración de países de América Latina y el Caribe.


De acuerdo con esa base de datos, en 2015 hay unas 40 negociaciones en marcha en las que participan países de la región.


La Alianza del Pacífico busca proyectarse dentro del mega-acuerdo en negociación que involucra el espacio transpacífico.


En segundo lugar, comienzan a implementarse iniciativas entre países de la región y naciones desarrolladas. El primer hito es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que en 1994 vincula a México con EE.UU. y Canadá. También México inaugura en 2000 una secuencia de Acuerdos de países de ALC con la Unión Europea, que incluyen la liberalización del comercio otros aspectos relativos a la cooperación e institucionales. Progresivamente, las naciones centroamericanas y, en Sudamérica, Colombia, Chile y Perú establecen acuerdos con estos dos importantes actores de la economía mundial. En 2008, los países caribeños alcanzan un acuerdo con la UE. Siempre en el plano regional, y en años más recientes, Costa Rica, Chile, Perú y México establecen tratados comerciales y de cooperación con China, la principal potencia emergente en la economía mundial. En 2011, Colombia, Chile, Perú y México conforman la Alianza del Pacífico cuya agenda incluye compromisos de integración profunda.

Por otra parte, a partir de los noventa, en el espacio multilateral se registran dos grandes acontecimientos en que participan los países de ALC: la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, y el lanzamiento de la Ronda de Doha en 2001, año en que China adhiere a la OMC. La Ronda, con una agenda que pondera temas que afectan a los países en desarrollo, ha tenido grandes dificultades para alcanzar un desenlace exitoso. Recién en 2013, se logra el Paquete de Bali con un modesto contenido en el que cabe destacar el Acuerdo de Facilitación del Comercio. El impasse en el plano multilateral ha dado lugar a la actividad negociadora de “mega-acuerdos” entre grandes protagonistas de la economía mundial: el Acuerdo Transatlántico, la Asociación Económica Integral Regional y el Acuerdo Transpacífico, entre otros. La Alianza del Pacífico busca una proyección precisamente en este último espacio.

Los procesos de integración están determinados por una gran cantidad de variables. Por ejemplo, en el ámbito económico influyen el grado de complementariedad entre los países y sus dotaciones factoriales, los costos de transporte, la dinámica de los mercados en que tienen ventajas comparativas, y sus capacidades de innovación; otros factores, como los geopolíticos pueden reforzar o frenar estos procesos. De allí que la integración de ALC, cuyos países exhiben grandes diferencias históricas y en sus estructuras económicas, ha recorrido una trayectoria no lineal y ramificada.

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