El patrón de la inversión extranjera directa (IED) en el mundo ha cambiado significativamente. Hasta hace pocas décadas, casi toda la emisión de IED provenía de los países desarrollados, primero con el liderazgo británico y luego con el estadounidense. Este panorama ha sufrido profundas transformaciones en décadas recientes: los países en desarrollo son una fuente cada vez más relevante de IED. Si bien la mayor parte de los flujos de IED provenientes de estos países tienen origen en Asia, América Latina ha venido ganando posiciones como emisora de inversiones en el mundo.
La IED a nivel global no es un fenómeno novedoso, sino que data de varios siglos atrás, pero su dinámica es cambiante y presenta nuevos matices que ameritan ser destacados. En primer lugar, hasta hace pocas décadas, casi toda la emisión de IED provenía de los países desarrollados (PD), primero con el liderazgo británico, y luego con el estadounidense, con países como Alemania, Japón, Suiza, Holanda, Canadá, Francia, Italia y otros europeos como orígenes también importantes. A su vez, mientras que hasta la Segunda Guerra Mundial dos tercios de la IED se dirigía hacia los países en desarrollo (PED) -siguiendo un patrón Norte-Sur en donde primaba la búsqueda de explotación de recursos naturales-, en las décadas posteriores se consolidó un esquema predominantemente Norte-Norte, donde la búsqueda de mercados se convirtió en el factor más relevante para la IED.
Este panorama ha sufrido profundas transformaciones en décadas recientes. Por un lado, los motivos de búsqueda de recursos naturales y mercados han perdido algo de importancia relativa -aunque la búsqueda de recursos naturales sigue siendo la motivación predominante de la IED china-, a favor de estrategias que buscan maximizar la eficiencia de las corporaciones multinacionales como un todo (especializando sus filiales en función de las ventajas competitivas de cada localización) así como el acceso a activos estratégicos (por ejemplo, cuotas o nichos de mercado, conocimiento, infraestructura, etc.).
Por otro lado, los países en desarrollo son cada vez más una fuente relevante de IED. Tal como se ve en la visualización adjunta, su participación ha venido creciendo desde 1970, pero esa tendencia se ha acelerado en los últimos años, hasta llegar en 2013 a representar casi 40% de la emisión global de IED. Si tomamos promedios anuales, esa participación era 1% en la década de 1970, 5,6% en la de 1980, 11,9% en la de 1990, 16% en los 2000 y 34,4% entre 2010 y 2013.
2013
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Claramente los países asiáticos han liderado este proceso. En 2014 ellos aportaban casi 60% de toda la IED originaria de países en desarrollo. China es el principal país emisor, seguido de Hong Kong, Singapur, India, Indonesia, Malasia, Tailandia, Corea, Turquía y Emiratos Árabes Unidos. El ascenso de los países emergentes de Asia como inversores internacionales refleja la potencia de sus procesos de desarrollo productivo y la aparición de empresas asiáticas con capacidades financieras, tecnológicas, productivas y comerciales de escala global. Estas inversiones están motivadas no solamente por la búsqueda de recursos naturales, como podría ser el caso predominante en la IED china, sino también por la búsqueda de mejoras de eficiencia que les permitan insertarse exitosamente en las cadenas globales de valor.
También América Latina ha venido aumentando su participación en la emisión global de IED: en 2013 aportaba 20% del total proveniente de países en desarrollo. Brasil, México, Chile, Perú, Colombia y Argentina son los principales actores de este proceso en la región .
Tanto las multinacionales asiáticas como las latinoamericanas invierten no solo en otros países emergentes, sino también en naciones desarrolladas. Algunos ejemplos emblemáticos de empresas originarias de países en desarrollo son Samsung (Corea), Lenovo (China), Tata (India), Embraer (Brasil), Telmex (México) y Techint (Argentina). El desafío para la región es aumentar la cantidad de este tipo de empresas en los años venideros.