Una iniciativa de la Oficina de Relaciones Externas (EXR)
Banco Interamericano de Desarrollo (BID):

Cada vez es más visible el enojo y frustración frente a los casos de violencia contra la mujer en América Latina y el Caribe. En un contexto donde 1 de cada 3 mujeres1 ha sufrido violencia sexual o física, es más presente la exigencia de la sociedad por una solución.

Una encuesta realizada a más de 300 mil personas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Argentina, México, Brasil, Colombia y Guatemala encontró que la mayoría de las personas sondeadas, tanto hombres como mujeres, identifican que los temas de género, en particular la violencia contra la mujer, están entre los cinco problemas más importantes a resolver en su país.

Esta percepción se sustenta en que la violencia contra las mujeres ocurre de manera frecuente y afecta también a su familia, comunidad y país.

La Organización de las Naciones Unidas identifica la violencia contra las mujeres como las acciones o amenazas que las priven de su libertad o que infligen sobre ellas un daño físico, psicológico o sexual. En la mayoría de los casos lo sufren de una persona cercana, principalmente por parte su pareja.

La violencia que tenemos que visibilizar

La mayoría de las mujeres que son agredidas por su pareja lo ocultan por miedo, vergüenza o presión social. Se estima que sólo el 40% busca ayuda de otras personas y menos del 10% lo reporta a la policía2.

Denunciar se vuelve una decisión compleja. Para la mayoría, la persona que las lastima es alguien a quien aman. Muchas veces tienen hijos juntos, comparten hogar o cuentas de banco.

27%
Solo 1 de 4 casos de violencia doméstica se denuncia
73%
Solo 1 de 4 casos de violencia doméstica se denuncia

Esa cercanía con su agresor puede fomentar que se normalice la violencia. Una encuesta realizada en México en 2011 encontró que sólo el 27% de las mujeres que sufren agresiones físicas severas por parte de su pareja optan por terminar su relación3. El resto regresan, no quieren o sienten que no pueden separarse.

De acuerdo a esa misma encuesta, incluso en los casos en que hubo amenaza de muerte a ella o sus hijos, ataque armado o uso de fuerza física para forzarla a tener relaciones sexuales, más de la mitad no acudió a la autoridad porque sentía miedo o vergüenza.



Una vida donde la angustia domina cada momento, ya sea por el temor de que las lastimen a ellas y a sus hijos o por sentirse atrapadas en la violencia, puede generar un trauma similar al que sufren las víctima de secuestro.

De acuerdo a una investigación que rastreó a personas que fueron secuestradas, el 46% experimentó síntomas de estrés postraumático años después del rapto4. En comparación, diversos estudios académicos indican que entre el 31% y 84% de las mujeres que son agredidas por su pareja presentan síntomas de estrés postraumático a lo largo de su vida5.

Casi 4 de cada 10 asesinatos de mujeres son cometidos por sus parejas

Algunas iniciativas como #NiUnaMenos o #MiPrimerAcoso que combinan acciones en redes sociales, marchas y actividades presenciales han tenido un fuerte impacto en visibilizar la violencia y ayudar a reducir el miedo a denunciar las agresiones. En estas campañas se han generado espacios para compartir experiencias sobre momentos en las cuales han sufrido violencia, lo cual contribuye a reducir el miedo y la vergüenza que muchas mujeres sienten por las agresiones que enfrentan.

El alto costo social de la violencia

Todas las formas de violencia que enfrentan las mujeres tienen efectos sobre su salud. La Organización Mundial de la Salud estima que el deterioro emocional y psicológico de la violencia duplica la probabilidad de sufrir depresión y desarrollar una adicción al alcohol, e incrementa en 4.5 veces la probabilidad de intentar cometer un suicidio6.

Esa angustia afecta todos los ámbitos de su vida. En lo laboral tienen mayor riesgo de perder su trabajo debido a las ausencias por el daño físico o emocional que les perpetran. Además, la depresión contribuye a que tengan menor motivación en su trabajo o educación.

La extensión y severidad de la violencia contra la mujer genera una necesidad adicional de servicios públicos que responden a emergencias en vez de utilizarse para implementar estrategias preventivas que tengan mayor impacto sobre el problema.

La ONU estima que el 42% de las agresiones físicas y sexuales que reciben las mujeres requiere atención médica, en muchos casos de emergencia, lo cual pone una presión sobre los servicios de salud7 cuando reciben atención médica. A su vez el incremento en depresión, pensamientos suicidas y estrés postraumático incrementa la necesidad de servicios de salud emocional y mental. Otros servicios públicos como la policía, servicios jurídicos y de protección de menores también son necesitados en mayor medida.

El menor desempeño laboral y escolar de la mujer también tiene consecuencias sobre la productividad y crecimiento de la sociedad. Mientras su vida esté dominada por el miedo y el estrés de la violencia es menos viable que desarrollen proyectos artísticos, construyan empresas, tengan empleos mejor remunerados, contribuyan al conocimiento o generen innovaciones.

En el agregado todos estos efectos tienen una fuerte repercusión sobre la economía nacional.

Se estima que el costo económico de la violencia contra las mujeres en la región oscila entre 1,6% y 6,4% del PIB 8. Estos valores son cercanos, e incluso superan el gasto que los países hacen en áreas como educación.

Esto representa una pérdida económica para de entre   6.000 y 12.000 millones de USD.

La prevención de la violencia

La mayoría de las peores instancias de violencia contra la mujer pueden prevenirse. Para ello es necesario que las autoridades actúen de manera rápida, efectiva y las haga sentir seguras.

Algunas intervenciones en América Latina han mostrado éxito en este ámbito.

En el 2014 la municipalidad de Medellín en Colombia reformó la manera en la cual se atienden los reportes de violencia en la pareja con el programa Línea 123-Mujer. Al momento en que se denuncia a la policía, las llamadas son redirigidas a un equipo conformado por una abogada y una psicóloga.

En la evaluación del programa Línea 123-Mujer9 se encontró que cuando el equipo especializado atendía a la mujer de manera presencial y puntual en un periodo menor a 12 horas, disminuía la violencia doméstica moderada en 19% relativo a las situaciones donde se tardan hasta 36 horas en atender la llamada.

También hay iniciativas que buscan cambiar las condiciones económicas y legales que dificultan a las mujeres salir de relaciones violentas. En el Salvador se implementó el programa Ciudad Mujer que facilita el acceso a programas públicos que contribuyen a la independencia económica de las mujeres.

El programa tuvo resultados importantes pues incrementó en 3 veces las demandas a los padres abusivos por cuotas alimentarias para los hijos y duplicó la legalización y regulación de títulos de propiedad a nombre de la mujer para que tengan autonomía sobre sus bienes.

Otras iniciativas, generalmente en una escala pequeña, se enfocan en combatir la violencia antes de que ocurra. En México se implementó el programa piloto “Amor, pero del bueno” que busca combatir la violencia en el noviazgo mediante un programa educativo dirigido a jóvenes de entre 15 y 17 años.

El impacto del programa fue sustancial. En tan sólo un semestre se redujo el porcentaje de violencia psicológica en el noviazgo perpetrada por los varones en 55% y disminuyó en 8% la aceptación de actitudes sexistas en el noviazgo entre los jóvenes participantes.

La violencia contra la mujer es inaceptable. Cada acción que tomamos tiene un impacto en reducirla, desde escuchar y apoyar a alguien que sufre violencia en su relación hasta denunciar cuando sufrimos una agresión.

Haz que tu voz se escuche y contribuye a cambiar las normas sociales y culturales que aprendemos desde la niñez. Estas justifican y perpetúan el uso de la violencia contra las mujeres en lugar de la resolución de conflictos de forma pacífica y relaciones igualitarias.

El cambio empieza por ti:

Fomenta la igualdad, dando ejemplo con un igual trato a niñas y niños, mujeres y hombres, y evitando el uso de estereotipos o prejuicios de género en el hogar, en tu comunidad y en el trabajo.

Contribuye a cambiar las normas sociales, defendiendo de forma continua que nunca hay una justificación para el uso de ningún tipo de violencia. Sé un modelo de respeto, de comunicación y acciones no violentas en todas las esferas de tu vida.

Utiliza tu poder como consumidor, al no comprar o pagar por productos que fomenten la violencia contra la mujer.

Propaga el mensaje. Ayuda a que todos conozcan el impacto de este problema

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Una muestra de la conversación de género en América Latina y el Caribe (Tweets).